viernes, octubre 06, 2006

 

UN JARDIN PARA MILENA. 1.993

UN JARDIN PARA MILENA
1.993
En construcción (Oct. 6 /06)


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Contracarátula
Detalles de la publicación
Introducción
Prólogo
POEMAS
Comentarios sobre el libro y presentaciones
Otros

POEMAS
Se publican todos los que aparecen en el libro “Los espejos del olvido. Antología Poética (1.983-2.002)” Omar Ortiz. Selección y prólogo de Juan Manuel Roca. Deriva ediciones. Primera edición, Abril 2.002. Págs 35 a 46.
POEMA DEL CAMPOSANTO

Quien dice cementerio, dice cruces, claveles,
azucenas,
Rezos de la abuela que el día de las ánimas
Luce abrigo gris, guantes de cabritilla,
escarapela.
Desde su frialdad de mármol
El padre Almanza afianza su fama de santo,
Permitiendo a piojos y chinches de sus devotas
Obtener un fácil alimento. Pobres animalitos
de Dios.
Luego de la oración a los difuntos, los vivos recuerdan
El salón Florida espumoso a chocolate.
Unas buenas onces pueden ahorrar muchas lágrimas,
Dice el tío Indalecio, fijos los ojos
en las pantorrillas
De la mesera. :
Quien entierra a sus muertos debidamente,
Debe olvidar la miseria de las casas de pompas,
Las visitas de pésame,
y esperar que la abuela se santigüe.


AMOR Y PAISAJE

El primer plano del cuadro
Es un inmenso campo de caléndulas
Atravesado por una vereda
Que llega al pie de un añoso árbol,
¿Ceiba o samán?
En su corteza se relata
Una historia de amor.
Pero el amor sólo cobra cuerpo
En el eterno balanceo del ahorcado.

POEMA DEL OTRO

El otro, el que camina a la orilla del agua,
Muestra en su cuerpo la saga de la guerra,
El incendio de las eras, la abrasada ala de la torcaza.
Sabe, como Ahasverus, que su exilio termina
En la piedra negra donde el colibrí afila el pico.
Allí encontrará el amor, recordará un libro soñado
y el árbol hará sombra a su tostada frente.
Ahora, mira por encima del hombro
Con su mueca de siempre, el hastío
de lo eterno.
Tal vez sea quien escribe esta página, suya,
Desde la primera huella de sus dedos.

EL OLVIDO

Un niño ciego recorre un sendero
Sembrado de geranios.
Se ayuda de un bastón y los vecinos
Oyen de sus labios citas de Homero.
Quiso ser Ulises y un buen día descubre
Que un natural de Dublín lo ha suplantado.
Se enfrenta a los doctores de la Ley
Y no los vence pero se solaza con ellos.
Pudo ser Cristo
O Buda
O Zoroastro.
Mas finge ser un hombre
Un hombre cuerdo.
Dicen que hace versos.
Él, no recuerda.

HOTEL CONTO

Nadie sube impune los peldaños del amor.
Cuando se arriba al umbral de esa puerta
Al vacío, el suicida, le hace un guiño
A la nube, y como la abeja, enloquece
Con el sol.

HISTORIA DEL PESIMISTA

La trampa invisible de la araña
Señala al héroe lo inútil de su esfuerzo.
Teseo en vano enfrenta al Minotauro.
Sabe que el acero hiere de muerte
Al brazo que lo esgrime.
La morada del dragón no es la leyenda.
Su matador, deambula por el país de los enanos
En pos de Ariadna cautiva del conjuro.
La reina, salvada del hechizo, prepara
los mastines.
En el bosque un hombre sueña.

ULISES

La uva cosechada en la noche
Sabe mejor en la calle de las dulces muchachas.
Allí apuran su copa confesor y asesino.
El Cristo abraza en la llaga del olvido
La marchita amapola.
Un seno se ofrece en el escaparate,
Mientras el borracho, ahíto de ron,
Ultraja el pudor de la muchacha malaya.
La muñeca, ¿Es un sueño de trapo?
Es posible velar en otras puertas.
Recorrer el adoquín de la calle de las palmeras,
Donde el alcatraz escarba los huevos
del cangrejo.
El vigía no sabe si mar adentro
Pueda conciliar el sueño, siempre ronda aleve,
La sirena.

DESPUÉS DEL VERANO

Conservo el mar en el ojo del tigre,
Más útil que su piel o la señal de sus garras.
Conservo el sueño del ahogado,
Más real que la ballena que transporta.
Conservo la sorda algarabía de los pájaros,
Más espesa que el miedo del cazador
Cuando lo roza el nenúfar,
Conservo el sol cuando se aparea
con la mariposa nocturna,
Más brillante que la cópula de la salamandra.
Conservo los conjuros de la hechicera,
Mas ni una sola de tus palabras de amor.

POEMA DE LA CARICIA

Siempre en el amor está el poema,
La caricia marca con el hierro del instante.
La palabra inútil, nada nombra.
Sólo tu mano es cierta. Sólo vive tu cuerpo.
Sobre la negra losa tu piel
Se estremece al contacto de la piedra.
Es día del Jaguar y la guerra sujeta
a los hombres
Con su color de achiote. Tu, eres la amada,
La amante. Oyes el maíz germinar
en tu vientre.
Cierra los ojos al nombre de tu hombre,
que sabes lejos,
En el reino del señor de la noche.
El peyote deforma la luz del pebetero.
Quieres reír, señalar el nombre de tu estrella.
El sacerdote palpa tu seno y recuerdas:
Siempre en el amor está el poema,
La caricia marca con el hierro del instante.

NOCTURNO

Aquí está la memoria.
En estos libros, testigos mudos
De su blanca piel de luna, está escrita
su historia.
Hay que mirar por las hendijas, donde
su sombra,
A esta hora se desnuda. Nunca se piensa
Que la perfumada sábana del amor, sea la mortaja.
Mi corazón arrastra un barrilete, como un niño
Que suspende su vida en la levedad
de una pluma.
Ahora, cuando la noche es más espesa
Alguien arrastra el cadáver de una alondra.
+++

LA TRAVESÍA DE UN BUSCADOR DE MAGOS
Por Gabriel Arturo Castro M.

Revista Casa Silva No. 7, Enero1.994 Págs 245 – 249 (Eventos realizados en La Casa durante 1.993. Presentación de “Un jardín para Milena”, Junio 3, 1.993)

Omar Ortiz hace parte de esa comarca mágica donde la poética aspira a la más afortunada existencia, a ese prodigioso triunfo del espíritu humano. El poeta se transforma en el oficiante de la ceremonia donde comulgan los dioses, la naturaleza y el hombre. Su atributo de la palabra reside allí, palabra arraigada en la tierra, palabra activa en la escritura del protagonista del rito diario, palabra pronunciada que posee una fuerza decisiva, rebosante de vida.

Hablo, entonces, del poeta actor del conjuro, el inspirador de adivinanzas y de la poesía como labor esencial, vital en la riqueza espiritual que genera; otra forma de conocimiento del universo.

La recreación e imaginería de Omar Ortiz gravita en varias direcciones, la primera de ellas, es el despliegue constante de su capacidad evocativa sobre la naturaleza, hecho que se puede comprobar en la lectura de sus textos y el inicio de su proceso de escritura. Es más, de allí arranca su vocación, pues su arte está ligado a la tierra. Recuerdo a García Lorca que afirmaba:

Amo la tierra, me siento ligado a ella en todas mis emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor, gusto y olor a tierra. Este amor a la tierra me hizo conocer la primera manifestación artística. Por eso hay en mi vida un complejo agrario.

Desde su primer libro, Ortiz revela ese influjo de la naturaleza, la geografía y la sugestividad rural. Leemos:

Flores amaban tus cabellos tristes,
flores hechas de lágrimas y besos,
flores de los jardines de la muerte.

Su ánimo, sus sentidos y sus vivencias se impregnan necesariamente del campo cuando llama al cantor de las cerezas o presiente el amor en el rocío silvestre de una mañana oscura. Pero quizás es en "Diez regiones" donde predomina la metáfora de la naturaleza, un ambiente sobre el que refleja su conciencia o sus sueños, paisajes transportados poéticamente e integrados con los elementos de la emotividad y experiencia personal del escritor.

Aquí el poeta afirma que "los eucaliptos hacen parpadear a las estrellas", habla de "la tierra donde es reina la orquídea con su inquietante centro rojo, como la llama que calienta las noches en invierno", o nos cuenta que en la región del Corozo "cantan los viejos que alguna vez se robaron el viento".

Luego, en Los espejos del olvido, libro que inicia un cambio de tono en su proceso creador, sentencia la metamorfosis que toma lo mejor del pasado, más un nuevo tratamiento del lenguaje, invenciones y metáforas:

Pasaron ya las horas de la infancia.
Sobre el arenoso patio no volvieron
a caer las estrellas y las cerezas
se pudrieron a los pies de la niña Isabel.

Ello nos indica ese camino que empezó con la búsqueda del efecto musical y el juego de palabras:

Cayó una estrella como cae una hoja,
tembló la tierra. Como tiembla la tierra,
al caer de las hojas.

A la sátira presente en el interior de sus textos, como en el poema "Gótico":

La catedral,
oscura como boca de lobo,
guarda murciélagos
que beben vino y sangre.

y finalmente a la imagen reposada y serena de "Un jardín para Milena":

El otro, el que camina a la orilla del agua.
Muestra en su cuerpo la saga de la guerra,
El incendio de las eras, la abrasada ala de la torcaza.

Precisamente llegamos a la segunda dirección de su travesía poética: la mezcla de la ironía con la mitología clásica vertida al mundo profano, lo cual se hace muy patente en "Las muchachas del circo", un ingenioso lirismo salpicado de las acrobacias, magias y milagros que hace posible a la poesía. Allí todo paraíso es factible dentro del microcosmos de una carpa que semeja al mundo. Dice Juan Manuel Roca, en su bello prólogo a este libro que "... la mayor magia del circo está, como en la vida, en las muchachas. Eso de ver a una mujer en peligro, vestida con un pequeño trozo de lentejuelas, tiene necesariamente que ver con un arte poético. Que mejor oficio entre todas las artes, circenses o no, que el de domador de palabras".

Allí, Ortiz plasma los siguientes versos:

Todo parece indicar
que Hefestos era sordo, cegato, cojo
y celoso como el fuego.
Entonces Juno,
su divina esposa, lo engañaba comiendo raspados
rosaverdeamarillos,
en la plaza
a las cinco.


El humor, la sátira, los papeles invertidos, el rompimiento de los conceptos mecánicos, el equívoco y hasta el imposible lo hallamos durante su lectura:

Las muchachas del circo
inventaron el león y los bigotes del domador.

O también en estas líneas:

Las melindrosas,
contrataron ángeles de Sodoma
para atender la numerosa clientela,
y cuentan
que con las plumas de los querubines
fabricaron mullidas almohadas
que estallaban de cuando en cuando
para gozo de los niños
que miraban esas noches
como si nevara.

El libro mencionado contendrá señales que auguran lo que vendrá con Los espejos del olvido y Un jardín para Milena. Ahora bien, la tercera dirección de la travesía y constante en toda su obra es el amor:

Una luz,
tu ventana
y un misterio infinito
en tu sombra sin rostro.

Es quizás, el amor, el mayor generador de esta poética, hecho que se inaugura de manera más contundente en Los espejos del olvido:

Más tarde
creaste el amor que como cierta flor
tiene el color y el perverso olor del limo.

Es un amor que no se aparta de la realidad, no la evade, la fusiona, incluso lo hermana con la muerte:

Los trenes llegaron cargados de cadáveres
como los ríos, cientos, miles de cadáveres.

Los trenes y los ríos
no tienen memoria.
El mar y la estación los devoran
para esculpirlos en cada amanecer
limpios y relucientes.

Sólo al amor
le está permitido bañarse dos veces en el mismo río.

Esta noción se reafirma en Un jardín para Milena, donde en la corteza de un árbol se relata una historia y culmina:

Pero el amor sólo cobra cuerpo
en el eterno balanceo del ahorcado.

El amor considerado como un peldaño, puerta y vacío y quien ama; un suicida que "le hace un guiño a la nube, / y como la abeja, / enloquece con el sol".

El poeta incluso puede obtener el imposible, pero el amor es ese árbol que limita con el cielo: "Conservo los conjuros de la hechicera, / Más ni una sola de tus palabras de amor". Y concluye en otra instancia del libro: "Siempre en el amor está el poema, / La caricia marca con el hierro del instante".

Tres estaciones, tres llaves que abren la puerta del poema: tierra, mito o leyenda y amor, tres vías que convergen en la sublevación de la palabra, en su cambio de inocencia a temor, de incendio a tormenta súbita.

Aquí la enseñanza del expresionista Iwan Goll se cumple: "el arte no es solamente oficio ni destino, el arte es amor, elaborado por un ser amoroso, por un hombre de alma desnuda amenazada por el asombro", o como diría Saint-John Perse: "un alma sin guardia".

Esta noche la literatura tiene una misión, un cumplimiento a la manera de Mallarmé: reemplazar la respiración perceptible, reaparecer el enigma y hacerla que renazca de nuevo a través de la escritura y la destilación de las palabras.

La poesía nuevamente luchará contra el olvido, se volverá una fortaleza, un cubre fuego, un bastión luminoso que respalda al tiempo, lo protege con verbos y palabras, intensidades y sucesiones, silencios y desgarramientos.

Omar Ortiz, valiéndose de su obra y ante la ausencia evocadora de alguien, creará la resurrección, porque la ausencia fabrica imágenes, visibles e invisibles, alucinaciones, vacíos y recuerdos. La ausencia se va trastornando en presencia y el Jardín de Omar o el bosque encantado de su poesía, va colmando las páginas de pausas, murmullos y zumbidos: todo un himno de victoria frente al olvido.

Aquí el poeta, a la manera de José Lezama Lima, es el guardián de la semilla, de la eterna posibilidad, del potens, o para decirlo en palabras de Omar:

Soy el guardián del fruto.
En este tiempo de verano el aire llega
como un aletazo del sol desnudo.

Los invito a que acompañemos al autor por esta breve y rica travesía, a este creador que dice tener por uno de sus oficios la búsqueda de magos, al amigo creador de ficciones que pregunta finalmente:

Niña, ¿ en qué jardín sueña la princesa?
Yo soy el mendigo y este traje que ves
son retazos de luna.
---
Actualización ntcgra: Octubre 26, 2.006 6:22 PM

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