martes, octubre 10, 2006

 

LOS ESPEJOS DEL OLVIDO. Antología. 1.983 - 2.002

LOS ESPEJOS DEL OLVIDO.
Antología. 1.983 - 2.002
OMAR ORTIZ
Selección y prologo de Juan Manuel Roca
Ediciones DERIVA
Primera edición Abril de 2002 . 13.5 x 19.7 cms. 100 páginas.
ISBN :958-33-3529-0
Carátula: Reflejos (fragmento) PORTO, Sergio Augusto. Brasil
Diseño y diagramación: Orlando López Valencia
Impreso en Anzuelo Ético

Carátula

Contracarátula.

PROLOGO

ASOMADO A LOS ESPEJOS DEL OLVIDO

Juan Manuel Roca

Tomado del libro “Los espejos del olvido. Antología Poética (1.983-2.002)” Omar Ortiz. Selección y prólogo de Juan Manuel Roca. Deriva ediciones. Primera edición, Abril 2.002. PROLOGO (Págs. 9 a 11)

Hace 19 años escribí un prólogo para el libro de Omar Ortiz, LAS MUCHACHAS DEL CIRCO. 1.983 . Allí comparaba su arte poética con la del funámbulo, pues el poeta cruza el invisible alambre de las palabras como lo hacen el volatinero o el equilibrista: lenguaje o cuerpo se ven atraídos por el abismo, seducidos por él vacío.La poesía de Omar Ortiz ha seguido fiel a esa premisa. Su lenguaje sin alardes, el virtuoso desenfado agridulce, un lirismo vigilado, la manera como pastorea los vacíos que siempre están medrando en los linderos del lenguaje, hacen que su voz sea reconocible en el concierto - muchas veces desafinado- de la poesía colombiana.Con toda obra poética vale la pena poner a prueba y ensayar las preguntas que propone W.H. Auden en "Las manos del teñidor". La primera tiene que ver con el andamiaje del poema: "He aquí un aparato verbal. ¿Cómo funciona?" La segunda es dé orden moral: " ¿Qué especie de sujeto habita el poema?" Y una tercera pregunta hunde sus raíces en la utopía: "¿Cuál es su idea de una buena vida o de un buen lugar?"Si aventurara unas respuestas a las dubitaciones esbozadas por Auden, el legendario poeta de York, podría decir que los aparatos verbales de Ortiz funcionan como una maquinaria de relojería. No hay excesos, busca la palabra perdida en el pajar del lenguaje, sopesa sus ritmos y nos entrega una voz asordinada y por momentos coloquial en diversos registros que no desdeñan tampoco el lenguaje metafórico.El sujeto que habita sus poemas es alguien que ama, que goza y exprime la vida como un limón, como el zumo de todos los limoneros y unas cuantas botellas de asombro -más que de náufrago- que siempre buscan en el azar del oleaje las playas del otro. Se trata también, de un sujeto insatisfecho siempre en un largo litigio con la precaria realidad, a la que le sigue un prontuario sin la sumisión mimética de los espejos.Su idea de una buena vida o un buen lugar es aún más sencilla. No depende de Tuluá, donde vive y sobrevive el poeta, ni de una Arcadia feliz ubicada en los suburbios del Paraíso, ni de un blanco pueblito mediterráneo, ni siquiera de una gran urbe con su consumo de odio y de envidias, como diría el resabiado Henri Michaux. Una buena vida depende para Omar Ortiz de cosas aún más sencillas: un silencio atravesado por un río, un blues "de gata en celo", "la luz a las cuatro de la tarde" y la conciencia de que "el alma es el alambique de Dios". Y sobre todo, una buena vida y un buen lugar para el poeta están ubicados en un mapa inasible, donde los otros son continuidad del nosotros.Cuando leo su bello poema "El espejo": No es verdad que los ojos sean el espejo del alma. / Si tal ocurriera, los asesinos caerían fulminados / y nada sucede cuando el torturador cruza y se peina, su alusión a una comunidad ciega, al complejo de Gorgona que se petrifica al mirarse a sí misma, al síndrome de Medusa o Narciso, me hace pensar que un buen lugar, que duda cabe, es el que siempre está distante de la guerra, en una patria de imposibles.La poesía de Omar Ortiz, de la que da cuenta esta selección apretada de su obra, me deja el buen sabor de alguien que no se traiciona, y que no es traicionado tampoco por las palabras que, como las adormideras, se abren o se cierran al tacto de un buen creador.

SOLAPA DE LA CONTRACARATULA.

Omar Ortiz.

Nace en Bogotá el 5 de abril de 1950. Su signo Aries con ascendiente Piscis le ha ocasionado estar en permanente desacuerdo consigo mismo. Poeta, ensayista y escribidor de temas varios, es más que nada de profesión concubino.
Estudió Leyes en la Universidad Santo Tomas de Bogotá, y vive en Tuluá desde que ejerce su oficio de abogado. Tiene dos hijas, Mara Valentina y Lorena, que para su fortuna todavía creen que su papá como el almanaque Bristol lo sabe todo. Desde hace quince años hace una revista de poesía, Luna Nueva y por su obstinación la municipalidad de Tuluá le otorgó la medalla Germán Cardona Cruz en 1997. Ha publicado los siguientes poemarios :"La tierra y el éter" (1979), "Que Junda el Junde" (1982), "Las muchachas del circo" (1983), "Diez regiones" (1986), "Los espejos del olvido" (1991), "Un jardín para Milena" (1993), "El libro de las cosas" (1995), "La luna en el espejo" (1999).
Fue distinguido con el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia en 1995.
Colaboró habitualmente con el Magazín dominical del diario El Espectador y ha compilado los libros "El yage y otros cuentos" de Germán Cardona Cruz (1986) y "Luna Nueva, muestra de poesía latinoamericana actual" (1999). Se desempeñó con éxito como Gerente Cultural del Valle durante la gobernación de Gustavo Álvarez Gardeazábal. Actualmente labora como editor de las publicaciones institucionales de la Universidad Central del Valle en Tuluá.


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